Cristina Gálvez Martos (Caracas, Venezuela, 1987) es poeta, traductora y docente de inglés. Es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela y tesista de la Maestría en Inglés como Lengua Extranjera en la misma casa de estudios. Realizó estudios en Gestión Cultural (Fundación Itaú, Montevideo). Ha formado parte de diversos talleres literarios en Caracas. Publicaciones: Psicopompa (Monte Ávila Editores, 2015, Premio en poesía del Concurso para Autores Inéditos); Bicorne (Casa de las Letras Andrés Bello, 2016, Mención en el VI Concurso Nacional de Poesía); Fauna de Cal (Casa de los Escritores del Uruguay, 2020, Premio de poesía Saúl Ibargoyen/ reedición por Ediciones Azalea, 2023); Animal más oscuro (plaquette, Fundarte, 2022) Diario del Eclipse (plaquette, Petalurgia, 2022), El corazón del mar se iba tras de mí (Ediciones Dospájaros, 2023) y Hermana amarga (LP5, 2024).
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Sinónimos de torrente (inéditos)
Lumbre
Salí de una oscuridad. Miraba el techo, las luces blancas, los médicos con gorros y guantes. Me miraban ellos a mí fijamente, de pronto inmóviles, sujetando aún pinzas y bisturíes. Me pregunto por qué eran cuatro y por qué eran hombres.
No vi a mi madre, alguien me levantó de su interior. Al contarlo, siento algo de culpa por su vientre tajado y sangrante. Por haberme dejado apartar de allí, hacia la luz fría del cuarto.
Rana
Solo la vi en fotos, pero creo recordar cómo se sentía adentro de mi puño cerrado. Yo era una bebé de menos de un año, mamá me bañaba en una pequeña tina, el agua chorreaba delicadamente por mi cabeza para evitar que cayera en mis ojos, la consecuente explosión de llanto.
Aquella rana color rosa, con forma casi humana, de pie sobre sus estiradas paras traseras, era mi salvavidas. Sin ella, no podía tocar el agua. Mi mano se cerraba con fuerza sobre sus delgadas patas-piernas.
Aquella rana era mi protección ante la profundidad, ante la falta de límites de un estado acuoso: terrores que no adquirí, sino que traje conmigo.
Aquí, la sombra
These poems
they are things that I do
in the dark
reaching for you
whoever you are
and
are you ready?
June Jordan
Aquí, la sombra. La envidia y la ira. Aquí la gruta de la sombra. En este círculo florece. Toca un dedo con la punta de otro dedo, me enseña a coser, la muñeca recuerda su antiguo movimiento, gota de sangre que es fruto partido.
Aquí donde las piedras pesan en mi cuerpo, murmuran sobre el amor que no conozco. Aquí la sombra, rosa abierta en el estómago.
Aquí también la sombra. La furia que me yergue con colmillos. La furia que me hunde como a un animal vencido y blando.
Sobre las labores
Nos acompañamos en las tareas, decimos alguna palabra, apenas levantamos la mirada.
Pretendemos no vernos. Sobre el alimento que se corta y revuelve, aroma del guiso que nos hace retornar al cuerpo. Abuela, así tú y tus hermanas sobre el zurcido; Amarantina, sobre las historias que relatas; Madre, sobre las palabras que escribimos, sentadas ante un vacío.
Nosotras —nuestro lazo irrompible—, aunque siquiera nos miremos.
Visión
Una mariposa de sal sobre el mesón de la cocina. Un rayo de luz fantasma. Vapor del café que se cuela. Paredes crema, granos o piedras brillantes para algún juego de estrategia que han sido estos años. Mi tendencia a irme más hondo, cierto aspecto de ave que momentáneamente dejo ver. Las manos afiladas, pálida, el esternón que sobresale, las venas verdes.
Furiosa, inclinada sobre un papel, mi mundo es vocablo. ¿Sonará el teléfono? ¿Habrá un gato? En cualquier versión, siempre es una casa silenciosa aquella en la que he logrado encarnarme.
Primero de enero
Las sensaciones del primer día del año son prístinas. Recibimos con pureza, con los ojos bien abiertos. Recuerdo, del pasado, el olor de las naranjas que devoraba mi tío, el sonido de la cucharita contra la copa de vidrio, el almíbar de los melocotones en el fondo.
Las agujas del pino temblando en la brisa, el frío de la mañana en la piel, aun siendo verano. Tarta de espinacas cociéndose en el horno e impregnando la casa.
Hoy tengo las copas de los árboles desde mi ventana, el pelaje suave de mi gata negra, que descansa a mi lado, la calle vacía y silenciosa. También, cansancio.
Respiro, el aire llega hasta lo más hondo. Abro la ventana, los ojos, extiendo las manos en el aire blanco, en el día nuevo.
Hollow
Hueca, llevada por el viento, abandoné la rama, fui presa de un pequeño remolino. Aunque no la cumpla, mi función es la misma: contener.
Seguí mi travesía.
¿Tuve pájaros algún día pasado? Hollow, un pensamiento diciéndose en distintos lugares de mi cuerpo. En mi boca, en el centro de mi cabeza. La náusea que me ha dicho lo que yo negué. Mi corazón que he abierto casi con rabia. Hollow, entre mis piernas. El amanecer frío y rosa que puse como una nube en mis labios.
Cuento los dedos de la mano de alguien que no está. Me atravesé a mitad del bosque, y no me hallaron.
Estoy completa: hueca, a la intemperie.
El río
Una pequeña rajadura crece hasta dejar pasar la corriente.
El agua no cesa, lo repite: estoy limpia de todo. Hallarme así es prestarme a ser deshecha: su fuerza y su poder son mi fuerza y mi poder.
Se precisa dulzura para que algo nazca. Recordé por qué el agua había sido mi idea de dios.
Cacao
El cacao es pulpa suave en la boca. Tomas la semilla envuelta en su carne rosa, blanca, de aquel que se extiende a ofrecerte: en una mano negra el fruto cortado, en la otra un machete, los ojos como un relámpago, como pepa de zamuro. Brillo, ternura extraña.
La pulpa entre la lengua y los dientes. La semilla, adentro, es morada, amarga. Muerdes, se deshace fácilmente. Entregas la reliquia a la tierra.
Te asalta saber cuánta maravilla no habías conocido.
Un nuevo nombre cada vez
Dicen que los pobres comen
mandarinas bajo el sol.
Me río en harapos:
el sol en mis manos.
Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une