Alejandro Silva (Caracas, 1972) es poeta, editor, escritor y músico. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Fue productor general del Festival Mundial de Poesía. Colaboró como editor de la Revista Nacional de Cultura. Como promotor cultural realizó más de 200 recitales en las principales parroquias de Caracas. Fue invitado como poeta a la Feria Internacional del Libro de la Habana, al Festival Internacional de Poesía de Chile, a la Cátedra José Antonio Ramos Sucre, en la Universidad de Salamanca, España y al Festival Internacional de Poesía de Cartagena, Colombia. Sus poemas han sido editados en varias antologías. Su primer libro en solitario Humo, fue publicado por la Fundación Editorial El Perro y la Rana en el año 2006 y fue merecedor de la Mención Honorífica en el Premio Nacional del Libro; en el 2024 ganó el premio de Periodismo Necesario Aníbal Nazoa, en la categoría de publicación digital. Actualmente trabaja como articulista en la revista digital La Inventadera.
***
Dale
Hembra dale
Que el fuego sólo es derrota
cuando se apaga
Muérdeme de adentro hacia
afuera
en la tarima desvergonzada de la piel
Dale
Hembra
no sea que se nos tranque el juego
y nos sobren los besos
que cerrada la puerta
poco importa la impronta
deslenguada de los muertos
Dale
Hembra
que se advierte nuestra noche
en los hermosos colores de
de las tardes de lejura
y es mejor desnudarse deseosos
que quitarse la ropa pa' lavarla
El techo de mi habitación
es forma agrietada que responde
si me intuye la pregunta
El lado izquierdo de mi pecho
es llanura
cuando mi mano busca tu ausencia
y ¡ah malaya! la encuentra
En sueños estás así no hables
ni me mires apenas
Tu cuerpo de arcilla
cántaro de lluvia
se agita con los ojos de la luna
Sabe amarga la distancia
huele a oscuro
a taza en la que humeó un café
A veces sonrío a solas
la inesperada alegría de tu voz
Otras olvido el conteo regresivo
como si yo
hielo
me fundiera agresivamente
asustado por el ron azaroso
de la memoria
Tengo la paciencia del desierto
la firmeza del tepuy
el miedo sobrevalorado
de un vértigo ajeno
la espalda llena de calas
y girasoles
por si me miras desde tu lejura
de agua maciza
y me borra el tiempo de ti
No es cierta la todopoderosa
sanadura de los días
ni hay ángeles dulces arrancado
recuerdos y dolores
y huellas
Le pedí a los astros otro nombre pa' mis huesos
juego que me llamas
y respondo como un amante sorprendido
y caminamos al abrazo
con las formas lavadas
de cuanto fue
a refundar los cimientos
de un pueblo de aire
sin cementerio
ni lápiz que sentencie el final.
Fantasía
Limpio mi casa
como si estás a punto de volver
de comprar ajos en la esquina
para que cocine a tu nombre
Afeito mi rostro
convencido que te molesta
mi barba que
insipiente
enrojece tu piel cuando te beso
Dejo sobre la mesa
tres girasoles vendados
y unas fresas lavadas para
colorearte los labios y la lengua
Te buscaré en tu trabajo
en no sé dónde
no sin antes respirar el
perfume de tu cuello
cansado por el día
Hablaremos de la aburrida cotidianidad que se rompe
cuando me miras
con esa sonrisa apenas
Te hablaré del libro que no termino
de corregir
me dirás de lo tarde que llegó tu
proveedor de cacao y miel
y cantaremos frases de canciones nuestras que cambiarás a tu antojo
Luego
espiados por la altivez de la luna
besaré tus labios de esponja mágica
tanteando tu belleza con mis dedos
te veré dormir
acurrucada y tibia y cerca
como aclarándome la certeza
aunque nunca hayas venido a mi pecho
El sol miró demasiado
sus ojos cansados se van a escrutar
otras vidas
otras muertes
Desespereza la luna su blancura
sube de espacio su escalera de aire
y acaricia la piel de los noctámbulos
de los tristes caminantes de las sombras
de las hambrientas alimañas
que serán bocado de otras fieras
le cuela resplandores a los ridículos amantes
que suspiran
y creen en "para siempres" que duran segundos
Cuando está harta de luz
la luna incendia los caminos
las entradas de las cuevas
ocultas en el monte
y cuida a los hombres
de pisar serpientes y abismos
Luego se va
calladita
a ofrecerle sus pechos
al mar.
Cuando me asiste la angustia
y hacen ruido las bestias
de las sombras
y no es calor el fuego en las noches de frío
sino miedo en la piel de los pobres
Cuando salen los demonios
de sus infiernos
y se mezclan en los aullidos
que agrietan las noches sin calma
en el azar de las formas
que de rojo manchan la cubierta
de la tierra
y se quiebra la ciudad
tras los pasos de la muerte
Cuando el miedo agita la
cerradura de mi pecho
me entrego a la nostalgia del mar
a la inamovible paz de las montañas
al canto sereno de un río sin lluvias
y a la imagen de tus labios
que apenas sonríen
Solo entonces espero otros soles
otros amaneceres y sonrío
De cómo piensa un psicópata soldado y francotirador
Israelí cuando asesina a un niño palestino
¿Ves esta bala?
Bella forma única de mi complacencia
¿Qué destino le espera
Sobre qué cuerpo conquistará
—la pequeña e inocente punta de plomo—
a la muerte?
¿Qué rostro dejará su mueca de horror
para libar con sangre
sobre su tierra, que es nuestra
por derecho divino?
Quizás un niño
sí
de esos que les gusta atacar con piedras
nuestro sufrido ejército experto en valentías
trabajo arduo de limpiar esta tierra
de tanto color errado
Sí
mejor un niño
no sea que tenga sueños y
crezca y de pronto sea libre y
se multiplique y
corrompa con su presencia
la pureza de mi reclamo de esta tierra
suya de niño palestino que es mía
Ay
bala balita mía
que pronto veloz volará hacia algún cuerpo
que soy ojo perfecto de bala
ubicada certeramente en el pensamiento
freno de crecimiento de huesos y estatura
y de esa piel tan igual a la mía
Shaday
guía mi pulso
que no tiemble ante tu santa voluntad
Jehová
dios de Israel
que la estrella de David
se convierta en el blanco
pecho de mi ira
que es tuya
y que estalle su corazón en el susto del latido
Dios grande
que no me alcance alguno de ellos con un peñonazo
de esos que rayan y decoloran
las seis puntas de nuestros tanques
que se rompa el cuero de sus chinas
que corran y caigan ante el estruendo
de nuestro fuego
Porque se han portado mal
deja que esta bala balita bonita mía
traspase a cinco de ellos
y yo sabré celebrar
como David
una danza victoriosa
en honor a tu nombre
¡Allí vienen mis enemigos!
es tiempo de guerra
Mantra
Habrá un caballo bermejo
que detenga tu mano
el avance vergonzoso de tu ira
Naturaleza venganza que te impulsa
Dónde celebras el ritual de tu pureza
Qué agua te cura de la sangre que te mira
Todo es fuego
grito y búsqueda de Naím
muchacho loco que no come
ni contesta tragado por las ruinas
Qué colegio te enseñó el peso de las cosas
tanque igual a piedra
llanto desespero igual a risa celebración
masacre igual a guerra
Qué dios es ese que danza desnudo
sobre la esquela de tu horror
ese que guardas tras la almohada
inútil de tu holocausto
olvidado para siempre en los
pobres libros de tu historia
Alcahuete de la muerte
uno importa
pero nunca es igual a cien
el dolor no se alivia con hambre
ni el frío con casas que arden
combustible gente madera
Qué ceguera te hace sordo
Por qué “basta” se parece en tu miseria
a una bala que triste silba en el mediodía de la noche
Dónde nace tu derecho a ser estruendo
y trueno partido que escupe sobre las cosas
y esas cosas son el hombre
La historia es un pez que se ahoga en el aire
todo es viceversa en la locura
No hay llanto que el desierto no delate
ni dios que se niegue a escucharlo
Desespereza tu ternura
bebe el agua hermosa de tu cántaro
haz el amor a tus vírgenes
corre descalzo a tus mezquitas
come de tus libros sagrados
baila fundido de histeria ante Jehová
tu dios
Quizás él
que también es olvido
perdone el mantra de tu crimen
Ahora que me estalla la boca
cacao si te nombro
que tengo aviones por mariposas
propensos al vacío del pecho
que pienso el tiempo en reversa
para ser noche y día
fundidos en tu cuerpo
que enloquezco de distancia
y te llamo y no vienes
pero pescas en mi insomnio con tu voz
exacta
sin martirios
Ahora que hay sentido hasta en la lluvia
y queda el odio más allá de tus fronteras
y quiero ser montaña y mar picado
si no estás
te descubro clave nueva
en el pentagrama de mi amor
Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une