Presentamos una selección de poemas de Floriano Martins en traducción del portugués de Roberto Amézquita. Floriano Martins (Fortaleza, 1957) es poeta, ensayista, traductor, editor y artista plástico. Entre 2005 y 2012 coordinó la colección Ponte Velha de autores portugueses en la editorial Escrituras (São Paulo), y dirigió la colección O amor pelas palavras (2017-2021). Martins es un reconocido traductor de la poesía hispanoamericana al portugués, ha traducido y publicado libros de poetas como Federico García Lorca, Vicente Huidobro o Jorge Luis Borges, así como traducciones de poetas latinoamericanos recientes en los proyectos Atlas Lírico da América Hispânica en la revista Acrobata, y Conexão Hispânica en Agulha Revista de Cultura, proyecto que fundó en 1999. Fue profesor invitado de la Universidad de Cincinnati. Entre sus libros recientes destacan Um novo continente-Poesia e surrealismo na América (ensayo, Brasil, 2016) y su poesía completa Antes que a árvore se feche (Brasil, 2020).
LA IDEA DE UNA TRADICIÓN UNIVERSAL
Mis tierras anotan las tensiones de tu mirar.
Quiero que me bañes como una flor en primavera.
Un sueño descarapelado que se reproduce en mil
declaraciones de que el cielo todavía existe. Quiero
tus inscripciones entrando por todas las páginas.
No se trata de descreer o describir, lo que vivimos
está más allá de la memoria o del valor de una renuncia.
Mis aguas termales anotan el calor de tus entrañas.
Quiero el teatro completo de tus dones. Las estaciones
celebran sus escaleras como un rito desnudándose.
Las noches todavía existen en su belleza demoníaca.
Guardo mis anotaciones fuera del tiempo, llueve
sobre las letras con que reproduzco tu exacto nombre.
Insisto. No se trata de cuánto me encuentras transcrito.
Si tienes que llorar, que lo hagas en mí. Gracias a la furia
de tu naturaleza proscrita. Gracias al símbolo, gracias
al estruendo silencioso de nuestras alas en pleno vuelo.
Yo te amo, ¿no ves? No tendrás que matarme tan temprano.
A CADA UNO SU ÚLTIMA APUESTA
Redacté tus últimas súplicas y todavía ni habías llegado.
Intuí que te estabas deshaciendo como un mercado de íconos.
Cualquier noche transborda, no importa el plan declarado.
Todo en nosotros tiende a los excesos, y a veces el plazo expira.
Repetí tu nombre mil veces por donde pasé, ningún espanto.
Atraqué en charcos instigado por tu llamado, loza sucia
denunciando en la cocina los días que nos separan del placer.
Siempre fuimos la carnicería de nuestros males, la carne caduca
de nuestros símbolos de resistencia. ¿En qué lecho me quieres?
Siempre cuando me doy cuenta estás todavía por venir. Debo ser
la nutria apasionada por un ventilador con la pila acabada.
Di tu nombre aquí bajito. Prometo ser fuerte lo suficiente
para aceptar la idea de que jamás hayas pensado en mí.
¿Cuántos somos en una barcaza que desconoce su rumbo?
De un modo o de otro, no vamos nunca a parte alguna.
Descubrimos un modo de ser la imposibilidad del movimiento.
INVERSIONES MÍSTICAS
EN LA CASA DE LA DESTRUCCIÓN
¿Si la virtud reconoce peligro en todo, dónde se esconden
las representaciones? ¿Dónde los principios temen la coincidencia
con los fines? ¿Dónde la pala del misterio se guarda a la espera
del símbolo que la rescate de sus tormentos descuidados?
Excavo la silueta del mal como una disonancia despierta
mientras la noche se disfraza en oscuridades y fríos pasillos.
Yo te escucho en mi médula, tocas en mis elementos.
Soy patético y furioso cuando no correspondes a la luz
dominante que consagro a nuestros encuentros, diáfana,
cuando me chupas los genitales y no cambio de color o tribu,
mis signos poseen todas las joyas y no me verás nunca
sobre los jeroglíficos de tu alquimia fortuita. Ven a cavar
conmigo un crepúsculo que nos represente, la crisálida
huida en un cuerpo destinado al despeñadero del alma.
La virtud es una destrucción ambigua. Las ruinas sagradas
donde dejar el amor para que pierda la noción de sí mismo.
Somos devorados por la virtud, hasta que no reste ya nada.
CARTAS DE UN DEVANEO OCIOSO
Traje conmigo las dos versiones de tus pies.
Una de ellas era la discreta figura de un tótem
fingiendo bailar en una noche repleta de magos.
La otra se recusó a desnudar cualquier sigilo
antes de probar un manjar de imágenes fortuitas.
Tus pies reacios a revelar la duración de la vida.
Concentrado en sensual astucia uno de ellos elude
con ocultos talentos y una prudencia maculada.
Beso el pulgar del otro evocándole la ambición.
Si cierro los ojos sus grabados se armonizan.
De lo contrario, no me toman en cuenta.
Tus pies insisten en recorrer un mundo
ajeno a los senderos que escarbé para su palma.
Y cuando ellos hablan conmigo todavía no existo.
Si el futuro abona su obsesión por nosotros dos
leo que un día por aquí pasamos las páginas
de una previsión ociosa. De tanto besar tus pies
los magos consideran un arte olvidar el tiempo
de los verbos que pisaste con una versión u otra.
Las mejores riquezas son frutos de la desobediencia.
Yo beso tus pies, sin indagar para donde van.
BORRONES DE LA MEMORIA
Leí en tu mano una fecha imprevista para no vernos de nuevo. No tardó mucho para que tu pulso depusiera el plazo. Cercados presagios, nos rascábamos hasta que germinara la más rústica semilla de la ociosidad. Tu pulgar colgante imitaba la engañosa concordancia de un lagarto en la pared. Ninguno de nosotros estaría atado a nuestra propia existencia, haya pasado o no. Pequeñas sombras móviles ayudan a la premonición a disfrazarse de arcanos egipcios y otras clarividencias rechazadas. La ciencia pasea por nuestro cuerpo como un peregrino arruinado. Levitan cartas delante de nosotros formando el espinazo del asombro. Guardo en mí tus dudas hasta que se disipe la niebla. Tu mano todavía corresponde al desasosiego de mi ser. No importa el motivo, jamás volveremos a aquél viejo refugio.
RETRATO CÉLEBRE DE LO OCULTO
Las palomas son reacias. Las estrellas pierden la fe.
Amontoné retratos en la piedra. Hecho ilegible.
Hace tiempo que no te veo en mis sueños.
Las plazas redistribuyen sus libros. Llueve.
Hace mucho soy un ramo de tu inestabilidad.
Desapareces de mí de a poco, Un beneficio
de páginas que nadie sabría explicar.
Las cortinas son una contaminación de imágenes.
La luz no revela más que la oscuridad.
Cada uno fomenta sus detalles,
como fatalidad pecaminosa o fraude.
Hace mucho mis ojos aprendieron a no ver.
Justo antes de que las estrellas perdieran la fe.
Las palomas sueñan con dioses menores.
Los retratos son la última fuente de legibilidad.
No tengo la menor idea si habito tu deseo.
Pero aquí estoy. Llueve. Las plazas somos nosotros.
EL INFIERNO SOMOS
NOSOTROS MISMOS
Mis verbos se pierden en tus precipicios, velas gastadas
que en ti aprenden a iluminar la intimidad de sus males.
Tus reflejos son la instancia máxima de mis delirios.
Aprendí a no exigir del mundo sino sus penas capitales.
Como un trampolín de los hábitos posesivos del lenguaje,
te dejo soñar con semillas ciegas y un alma podrida.
Días y sílabas desconocen a lado de quién despiertan.
Buscamos la fatiga ideal donde fulminar nuestros pecados.
Hablas dentro de mí y me dejo atropellar por tu sed.
Gracias a la esencia de la ilusión, nos encrespamos frente a la niebla
de los más armoniosos resúmenes de nuestra existencia.
Las noches trasladan delirios de un ladrillo a otro de la misma
ciudad erguida apenas para volver aceptable nuestro amor.
¿Hasta cuándo seré tu ángel? ¿Hasta cuándo la masacre
fortuita de tus ventanas y la vibración de tanta melancolía?
Mis verbos acaban por exonerar tus culpas prescritas.
No validamos la noche. La corte se retuerce, las iglesias bostezan,
la palidez devuelve sus zapatos impregnados de duda.
Apenas el descalabro articula su farsa de resignación.
Ninguno de nosotros sabe a qué punto llegamos. Y seguimos.
LAS NOCHES SE LAMEN
COMO GATOS
Los demonios cuentan por dentro un rumor que define nuestra piel.
Una fiebre a veces percudida, y otras muy mal recordadas.
Cada color va cambiando su púrpura, metal de latencia, hostia,
hasta el punto de que la misma historia se cuenta una y otra vez.
¿Cuántas veces decimos lo que somos sin estar en alguna parte?
Los demonios saben por la noche cómo recortar el mejor paisaje.
Cuando estoy con ellos me siento un portador de relámpagos.
Sin embargo, no tardan mucho y se llevan consigo lo que soñamos.
Yo te esperé una tiniebla entera al otro lado del puente. No,
no estabas, no estuviste nunca ahí, hasta que me cansé
de creer en mí como una respuesta al amor incondicional.
Los demonios colectan la inocencia como barrenderos de una calle gastada.
Las noches engañan a la fiebre con sus frías lámparas. Recuerdo
tu mirar disfrazado, pero ya nada en ti me ve como antes.
A LA NOCHE NO LE RESTA
SINO ENGAÑAR
La noche rota se extiende por todas partes. Busco arterias donde recuperar su fuga. La oscuridad se adentra en las ideas de una vida solitaria. Sueños entrelazados de modo que nunca se explican. Siento la presencia de tu nombre brumoso. Unas letras me juran que son tu cuerpo llegando hasta mí. Todo es medio oscuro y parece que te quiero aun así. Nube retorcida como un animal perdiendo una pata. Las imágenes perdiendo idea de lo que son. ¿Cuántas veces apelamos a la noche para que se nos revele? Su desgana entiende que no estamos en ninguna parte. Ciertamente la ausencia revela tanto como la sombra de un cayueiro. Pero hay un instante en que las cosas no son tan sólo su revés. Es cuando la noche se libra de sus fantasmas. Cuando el día deja de procurarse a sí mismo. ¿Estás todavía ahí, mi amor? ¿Estaré ahora sólo? ¿Qué se ha hecho el mundo si no arrepentimiento, remiendo y esperanza? La obsesión es la afirmación de una fragilidad. Los dioses son la hipótesis más falaz de nuestra mudez.
EXTENUANTE TRIBUNAL
DE LA PERSPECTIVA
Yo di al azar una noche a la espera de tu nombre.
Dejamos algunos símbolos ajenos a la voluntad,
guardados como un adversario impulsivo.
Apenas el universo de las máscaras era tolerable.
Aunque afectados, improvisamos las notas.
que nos llevarían de una transfiguración a otra.
Tus muslos, vistos de cualquier ángulo, yerran
como un monólogo desesperado, y veo desde aquí
los símbolos en que sofisman su existencia.
Jerarquizamos la falacia para que nada nos separe.
Corro lento hacia tu interior, y no me alcanzas
casi nunca gracias a la velocidad de tu pereza.
Cómo debería llamarte entonces, ¿decantado infinito?
Más bien alguien que no imagine quiénes somos.