Sergio Muñoz en La poesía te quiere vivo

Leemos la serie de nueva poesía colombiana que prepara Alejo Morales, La poesía te quiere vivo. Leemos en esta entrega a Sergio Muñoz. Además de poeta es editor y novelista.

 

 

 

 

 

 

 

Sergio Muñoz​​ (Popayán, 1991) Profesor, editor, narrador.​​ Hizo​​ parte de La Silla Renca y​​ es​​ miembro cofundador de Culo de Guayabo Editores donde​​ publi​​ fanzines.​​ Publicó​​ Los chascarrillos prohibidos en la publicación seriada "Impertinencia de todo"​​ así como la novela​​ Tío Tombo​​ bajo el título Aquellas pequeñas cosas o el chascarrillo de Tío Tombo, con Panamericana editorial. Cuestiones editoriales.​​ Estudió el​​ pregrado y la Maestría en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia.​​ 

 

 

 

 

***

 

 

 

[inserte aquí un neologismo]: veintisiete años de carrera etílica

 

 

 

 

Rosita

 

De todos modos, las bombas caerán un día en la ciudad

no tendremos nada que envidiar a los campesinos macheteados unos añitos antes

bajaremos al subsuelo

propiedad del Estado

a buscar refugio

 

ya estaremos entrenados por las grandes obras maestras del mal llamado séptimo arte

vistas en el bus o esperando a que el médico pronuncie nuestro nombre

quiero abrir un paréntesis y darme una licencia poética1. Claro, con la certeza de que las únicas licencias poéticas son hablar en primera persona autobiográfica, usar un símil o una correspondencia. La más vieja. Por eso acá la escritura no avanza. Ese afán anhidrótico de apolillar cada palabra del oficio. Cuando caigan las bombas, Rosita, nos esconderemos con el narcisismo de los últimos sobrevivientes. Seremos unos diez, o veinte. Y entonces nos preguntaremos otra vez por los contadores de historias. Buscaremos uno en todos los huecos y alcantarillas, en todas las grietas, ilusos, considerando que una bomba no cae dos veces en el mismo sitio. Mis amigos ya no tendrán cómo hacer versos digitales ni collages, entonces sus palabras se olvidarán para siempre. Todos los callaremos y, nuevamente, buscaremos al contador de historias para que nos diga cómo era vivir antes de las bombas. Para que les dé vida a mis compañeros: escritores de lo que llaman nuevo verso. El contador de historias será misericordioso. Nos veremos siendo lo que tanto odiamos un día: sentados alrededor de un ser que dice llevarnos a otras partes con su voz. Te moriste muy rápido, Rosita, tenías que haber vivido en este futuro incierto en que recorro los túneles buscando, desesperado, a una muchacha que quise antes de las bombas y que, quizá, en medio del desenlace trágico de la vida contemporánea, vuelva a pedirme un piquito. Ya no tendrá boca para hacerlo. Solo oídos. Pero tenías que morirte, Rosita. Tu hombre también era un contador de historias, pero no lo encontraremos, aunque quiero pensar que sí. Tenías que morirte, Rosita, antes de sufrir con nosotros la búsqueda de ese sujeto en medio de la inutilidad de todos los avances estéticos dignos de mi generación.​​ 

 

De todos modos

no tendremos que trabajar

la vida será fácil nuevamente

considerando todo el conocimiento acumulado

y la fantasía que siempre nos agobia:​​ 

volver a la escuela con todo lo que sabemos de grandes

intacto

tener siete años

trece años

y a la profesora intentando intimidarnos

 

y ahí estaremos, regocijados, diciéndole cualquier cosa

con una imagen suya insistente en nuestra cabeza:

le falta el brazo con el que escribía oraciones partidas en sujeto-verbo-predicado

y pregunta insistentemente por la alcantarilla exacta en donde un sujeto, a escondidas, habla de la maravilla que no logramos recordar.

 

 

 

 

 

 

 

 

Las payanesas se quedaron en la puerta un día domingo​​ y otras cositas bien endiabladas

 

 

 

 

 

Cuarto

 

Fritar y fritar marranos debajito del empedrado.​​ 

 

Los albores de las vocales que se resbalan por la cordillera​​ 

y rosan, por si viven, a las moscas que murieron intentando atravesar la ventana​​ 

cuando es enero y cuando bullen las sirenas​​ 

en las calles y en el guadual donde vivían las garzas antes del último atentado​​ 

con los picos tranquilos de ojos y arenales.​​ 

 

Por otra parte, cuando es noviembre, del mismo modo las payanesas resbalan…

el verso que sigue va con tono de: “amaaaague, se la creyeron”​​ 

 

ya dijeron que me voy a mandar un poema de ese tipo​​ 

 

pero, señor Sergio Muñoz: criticar ese tipo de poesía es bastante anacrónico​​ 

 

mejor pelee contra los sudacas mocosos de hoy. Mocoso es todo iletrado que escribe sin saber leer. No me ponga a decir eso, don Sergio, que acá hay muchos y además no suena tan coherente.​​ 

 

Todo respetuoso del verbosacrosanto o lo que sea​​ 

 

sacrosanta la costilla que le arrancaron al marrano para hacer la marranada​​ 

 

con bastante ají, por favor​​ 

 

para que pique a este texto. El cual se ha de escribir para los presentes porque ese sueño romanticón de pasar a la historia hoy es inútil si se considera al meme.​​ 

 

El meme es la nueva gran forma de representar la realidad​​ 

 

Auerbach lo hubiera usado para su​​ Mimesis​​ si hubiera tenido la fortuna de nacer en nuestro siglo.​​ 

 

Mémesis​​ 

 

El recitador se pone severo nuevamente. Toma un trago de aguardiente, que por ningún motivo ha de ser aguardiente de la capital del país, y continúa.

​​ 

La poesía ha de ser polifónica y dialógica y usted no se ha de meter más, señor Sergio Muñoz, porque de lo contrario está contradiciendo lo que ya dije en​​ El Mito Ridículo del Yo.

​​ 

las caracterizaciones se han de marcar con precisión: el autor habla con seriedad y necesidad y el otro sujeto habla con un desespero que tiene aires de queja, tristeza y resignación.​​ 

 

Entonces al menos conseguime un buen contrato, una buena publicación​​ 

 

Señor: no hay cosa peor que ese sueño, ese ideal romántico, de vivir de la escritura. Deje de ser pendejo y holgazán y por lo menos hágase profesor universitario.​​ 

 

Entonces al menos conseguime un Chirrincho de la vereda La Meseta de Popayán.

Mirá que ya cumplí. Incluso este diciembre le di una moneda al diablo cuando pasó bailando por mi barrio. Celebré su santa fiesta que llamaba a todos los vecinos a la ventana con los carrizos y los cueros o los PVCs haciendo de las callecitas una sola chirimía. Cuando era niño una vez le jalé la cola y salí corriendo para que no me cascara con el perrero. Soy más payanés que todos los pames y los limomes de esta santita ciudad de cal amarillenta.​​ 

 

No puedo, señor. Dese cuenta de que ni siquiera tengo cuerpo:​​ 

 

soy una simple voz poética.

 

 

 

 

 

 

 

Quinto y último: Éxodo.

Partida de los hombres hacia la ciudad caída que lleva por santo nombre Popayán. De sus cuitas y venturas. De sus mujeres y de los niños picados con motosierra.

 

Es evidente que hombres igual de fuertes, puros y limpios se reirán de nosotros en un futuro.​​ 

y de los que describen el canto del pájaro el día en que otros hombres bajaron macheteados​​ 

de la loma​​ 

de la montaña y de sus veredas de nombres tranquilos.​​ 

 

hay niños que nacen con las piernas punteadas​​ 

made in Colombia​​ 

corte aquí​​ 

arrume máximo noventa y un cuerpos​​ 

no conservar al sol​​ 

le pueden manchar la cara si los ven.

del afán tan malparido se le quedó media de aguardiente debajo de la mesa de la cocina​​ 

y el radio prendido con ese bambuco que empieza diciendo: “juevesito santo: apiadate de mí”​​ 

menos mal el cacerío iban a quemarlo después​​ 

porque un radio prendido por los siglos de los siglos sería apenas lo que le falta a este mundo para acabar de joder el clima.​​ 

Menos mal llegaron los hombres completos y las mujeres con sus barrigas intactas​​ 

aportaron su fuerza, sus vientres, a lo que serían las nuevas payanesas​​ 

al menos una línea de ellas​​ 

hermosas​​ 

con piernas fuertes desde pequeñas​​ 

hijas de hombres y mujeres que caminaban catorce horas al día para hacerse matar.​​ 

 

María​​ 

 

Maria de los Ángeles​​ 

Maria del Carmen​​ 

Maria Rosa​​ 

Maria Verónica​​ 

 

luego se olvidaron de las letras de su nombre y empezaron a llamarse distinto​​ 

algunos especialistas aseguran que sus nombres se tornaron ridículos​​ 

pero todos sabemos que sus cuerpos mejoraron​​ 

hay que ir a los barrios más alejados​​ 

y hasta los trece años se vieron haciendo de la Virgen en el pesebre​​ 

y cantaban los villancicos la víspera de la concepción del niño que les destruiría el cuerpo

y Dios que es el único que puede dar y quitar la vida se tocaba mirándolas desde la ventana​​ 

con la barba todavía llena de sopa y aguardiente​​ 

goticas de sudor en la nariz y en el bigote​​ 

Dios que todo lo ve y todo lo puede es una loca que se hace paloma​​ 

ya lo dijo el famoso teórico: la calidad de vida de una ciudad se mide por sus palomas​​ 

 

Y todas reciben el domingo de ramos a su hijo, a su Ecce Homito​​ 

y durante la semana le echan sahumerio en el camino para que sus heridas no se unten de Popayán

 

 

 

 

 

 

1

​​ La crítica no se ha puesto de acuerdo acerca de la idea de licencia poética que se plantea en el presente texto. Para efectos de ritmo de lectura, este pie de página se puso aquí y no después del “desarrollo” de la idea, es decir: cuando quien habla dice cuáles son las únicas licencias poéticas.

 

 

 

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Estefanía Angueyra / Christian Rincón / Stefhany Rojas Wagner / Alexandra Espinosa / José Rengifo Delgado n/ Daniela Pérez Taborda / Laura Andrea Garzón  / Ana López Hurtado / Andrés Restrepo / Daniela Prado / Tomás Collazos / Natalia Martínez Calderón / Luisa Masiel  / Michael Benítez Ortiz / María Alejandra Buelbas Badrán / Lina Alonso / Maria Luisa Sanín Peña / Nicolás Peña Posada / Yulieth Mora Garzón  / Sebastián Martínez Vanegas / Ramona de Jesús / Nicolás Montaño Caro / Yessica Chiquillo / César Cano /  José Gabriel Dávila / Paula Alejandra Castillo / Lucas Herrera

 

 

 

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