El poeta dominicano León Félix Batista construye en Círculo de Poesía un dossier de poesía en lengua inglesa, Original ajeno, que incluye traducciones de los siguientes poetas: David Antin –John Ashbery –W. H. Auden -William Blake –Raymond Carver –Guy Davenport –Clayton Eshleman –Lyn Hejinian –Richard Kenney-Ted Hughes -Philip Lamantia -Marlene NourbeSe Philip -Ezra Pound -Adrienne Rich -James Schuyler -Charles Simic -Charles Tomlinson -Derek Walcott -Charles Wrigth. Leemos aquí sus versiones de Ted Hughes (1930-1998). En 1974 recibió la Medalla de Oro de la Reina a la Poesía. De 1984 hasta 1998, el año de su muerte, fue el poeta laureado del Reino Unido. Publicó poemarios como The Hawk in the Rain (1957), Crow: From the Life and the Songs of the Crow (1970), River (1983), Flowers and Insects (1986) o Tales from Ovid (1993), entre muchos otros.
León Félix Batista (Santo Domingo, 1964), estudió en Nueva York. Ha publicado, entre otros, Delirium semen (México, 2010), Caducidad (Madrid, 2011), Música ósea (Perú, 2014), Prosa del que está en la esfera (Buenos Aires, 2006); Inflamable (Montevideo, 2009), Sin textos no hay paradiso (Colombia, 2012), El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Quito, 2014), Mosaico fluido (Sao Paulo, 2014) y Prosa de fabricación casera (Estados Unidos, 2018). Aparece en varias antologías, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010) y Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011).
El jaguar
Bostezan los monos y adoran sus pulgas bajo
el sol.
Los loros chillan como si se quemaran, o se contonean
Como putas pobres para atraer al paseante con la
nuez.
Fatigados de indolencia tigre y león
Como el sol se tienden. Es un fósil la espiral de
El boa constrictor. Jaula tras jaula se ven vacías, o
Apestosas de durmientes en la paja de respiro.
Puede ser el decorado de jardines infantiles.
Mas, quien pasa por delante como el resto adviene
A una jaula en que el gentío observa, detenido, hipno-
tizado,
Como un niño en el sueño, a un jaguar furioso e inquieto
A través del negror de la prisión por los taladros de sus
ojos
En un corto feroz de fusible. Sin estar aburrido:
El ojo satisfecho de estar ciego en llamas,
El golpe de sangre en el cerebro que ensordece:
Él gira entre las barras, pero no es más la jaula para
él
Que la celda para el visionario:
Su zancada es un yermo de libertad:
El mundo rueda bajo la estocada larga de su zarpa.
El horizonte arriba sobre el suelo de la jaula.
La puerta
Un cuerpo se levanta bajo el sol.
Se ha alimentado del mundo sólido.
Es parte del muro térreo del mundo.
Las plantas de la tierra –como los genitales
Y el ombligo sin flor
Residen en sus grietas.
Además, ciertas criaturas de la tierra –como la boca
Enraízan en la tierra, o comen tierra, terrosos,
Haciendo espeso el muro.
Sólo que en el muro hay un portal–
Un portal negro:
La pupila del ojo.
A través de ese portal adviene Cuervo.
De sol a sol volando halló este hogar.
Cadenza
La sombra del violinista desaparece.
La cáscara de un saltamontes
succiona un ciclón remoto y sube.
La garganta llena y rasa de una mujer
bebiendo,
El estuario colmado de los muertos.
Y yo soy la carga
De una caja que codician golondrinas.
Y yo soy el agua
Que sostiene el ataúd que no se callará.
Las nubes están plenas de cirugía y colisiones
Pero el ataúd escapa como un diamante negro,
Un rubí manando sangre,
Una esmeralda golpeando sus orillas,
Alza el mar alas de golondrinas y arroja
Un lago de verano abierto,
Sorbe y desconcierta su reflejo,
Hasta que todo el cielo se zambulle como tierra
quemada que regresa a su rescoldo:
Un murciélago con un fantasma entre la boca
Herido por centellas de silencio:
Azul con sudor el violinista
Choca con la orquesta, que revienta.
Estaciones
I
De pronto el pobre cuerpo
Dejó de poseer su mente soñolienta
Debido al aislamiento.
Antes de que el servicio funeral se hundiese
La caja salvavidas se agitó hasta despiezarse
Y nadaron las estrellas gigantescas en el sitio
en que él estuvo.
Por un rato
El tallo de tulipán en la entrada que lo ha
sobrevivido,
Y su chaqueta y su mujer y su última almohada
Abrazados los unos a los otros.
II
Yo consigo entender los ojos macilentos
De los viejos
Escombros secos
Rotos por mares de los cuales nada pueden
ingerir.
III
Tú pareces silvestre: extraído de un huevo
Puesto por tu ausencia.
Te sientas satisfecho en la infinita vacuidad,
Mirlo entre la nieve húmeda.
Si pudieras solamente comparar
Te darías por vencido: tu estado es miserable.
Pero tú, desde el principio, te rendiste
ante la vasta Vacuidad,
Después dándole todo.
Ausencia. Ella es tu propia
Ausencia
Que lamenta su cese por tu música
lograda,
Envuelve su capa oscura con tu alimentación.
IV
Sea que lo digas, lo pienses, lo sepas
O no, sucede, sucede como
Sobre raíles sobre
El cuello las ruedas dejan
La cabeza con su vocabulario nulo,
Entre los plátanos fatigados.
Discurso costoso
La luna llena de Manhattan entre los rascacielos
lo prohibió.
La luna nueva, su familia completa de fases,
Fluyendo por el brillo de los rieles
De naciente a menguante lo prohibió.
Hasta el castor, allá en Alaska,
Andando las aguas para ver a tu hijo
Haciendo algo extraño en un desliz del Deshka
Lo prohibió.
La más vieja raíz de Yosemite en la tierra
Fue puntada a puntada, intransigente,
En la hoja de tu hoja con sus marcas.
Cada perro de pradera en Wyoming
Comiera o no las uvas que escupiste
Lo prohibió.
Burbujas de los géiseres de Yellowstone
Lo prohibieron. Y doblaron la banda sonora
De su prohibición en tus fijezas de instantánea.
Incluso los peces perezosos de Pontchartrain
Saltaron a tu lado, allí donde nadabas,
Para prohibirlo. Noche a noche.
Nauset gemía en su sueño
Y mascullaba y profería, para prohibirlo-
Millas de estremecimientos se elevaron y cayeron
Una veda de tronido.
Y desde una tierra distante la foto de las bodas
De tu abuela se apresuró a prohibirlo.
Tal como tus propias palabras
Irrevocablemente dadas a tu hermano,
Garantes de rehenes,
Y mis propias palabras ligerísimas, reclutadas, relatando por deber,
Lo prohibieron y prohibieron.
Eran simples guardianes y todos bostezaban,
Ignorantes de cómo tu mano zurda escribía en un espejo
Opuesto a tu derecha,
Una mitad de ti mortificada, otra de ti feliz.
E ignorantes de la química espectral
De la oportunidad, de la explosión y caída
En el nervio óptico de los editores.
Ignorantes de los fiadores que completan
La ley americana de derechos de autor
Que tus dedos muertos tan ligeramente descosieron.