Deisa Tremarias Grimau (Baruta, Venezuela, 1987) es poeta, editora, correctora e ilustradora. Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Egresada del Diplomado en Edición por la Universidad Central de Venezuela y la Cámara Venezolana del Libro. Participante del colectivo de poetas Las Fulanas Esas. Ha sido cofundadora de la editorial Letra Muerta. Ha colaborado editorialmente en torno a la obra de Miyó Vestrini en Es una buena máquina (Letra Muerta, 2013) y Pocas virtudes / Valiente Ciudadano (Torremozas, 2018). Ganadora del Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2016, Mención Poesía con el poemario Casa de viaje y finalista en el II Concurso Nacional de Joven Poesía Rafael Cadenas 2017. Sus poemas han sido traducidos al inglés e italiano y publicados en distintos medios digitales e impresos.
***
¿Dónde estaba el fuego antes del hombre?
Apenas cabrían las chispas de las piedras entre sus manos,
podrían recordar con facilidad
el roce de los cuerpos cuando se iluminan
y habrían de ser sus llama
(parecidas al vaivén de las olas)
lo que llevó a su encuentro
¿Qué tanto puede hacer el fuego
cuando la carne se vuelve suave y tibia ante la hoguera?
Veríamos
su calor
espantando a las bestias,
la prueba irrefutable para la memoria
de que las cosas siguen
y se transmutan
en el reino de la noche
¿Sería la oscuridad un lugar habitable después de todo?
Aún sin saber
qué tanto pueda guardarse la luz sobre nosotros
siempre queda decir
gracias por el fuego.
Cosas que no hay que decir
No hay manera de evitar por demasiado tiempo
lo que va a suceder,
con más o menos facilidad
todo se rompe.
El cansancio tras las piedras arrojadas y recibidas,
dudar entre cambiar la herida o lo herido
hasta que la balanza no sea cuestión mayor.
No hay gracia en el dolor propio ni ajeno
tampoco en dudar cuando se dice
cada daño
no siempre merece perdón
El dolor pesa
pero también pasa.
El destino fue siempre incierto,
los tránsitos pasajeros:
no hay restos de balsas ni mástiles,
no hay tiempo que defina la tempestad.
Solo quedan
piezas de música
el sabor de aquella fruta
los cielos que te vieron
las vidas que siguieron,
todos
apilados a un costado
han sido los únicos testigos del naufragio.
Dicen que vendrán
días
caminos,
caídas,
quebrantos,
apuestas difíciles de superar,
que los sueños, sueños son
y que de momento,
aquí estamos
aún dormidos.
Con los dientes,
como las bestias,
resoplando fuerte y lento
ante la presa.
Con la boca,
como los ahogados de un barco ebrio
que nos ha traído,
hemos escuchado a las sirenas
hasta naufragar en este puerto.
Con la voz,
como los dioses
y todas las palabras extraviadas,
a veces,
y sin mayor respuesta,
la vida nos da nombre.
Arder
hasta que las paredes se quemen,
encender tanto el fuego entre los cuerpos
que no haya ceniza mínima sobre ellos.
Arder
como las llamas crispadas
en los techos de las catedrales.
Diálogos de la carroña
Un hombre
cuenta paciente
el hambre de los días,
no habrá dios que conserve la carne
cuando el tiempo tome su aliento
Los restos postrados
murmuran muy quietos,
acercándose
cada vez más
ante el aroma putrefacto
Tomarán la forma de lo que va cesando
e irán cantando la tonada de la muerte
mientras dibujan círculos perfectos en el cielo
son lo negro del vuelo
la plata en el pico
la sombra en la tierra.
Luto
La casa lo toma todo.
Un velo negro cubriendo el alma
la mirada espesa,
un cansancio tras otro
deja espacio a que las urracas vayan anidando en el pecho.
Durante la vigilia
nadie les molesta:
les gustan las cosas que brillan.
Toman un hilo roto
para remendar los agujeros
mientras hunden sus picos
y susurran:
de allí se viene y allí se va.
Da vértigo olvidarse,
de repente
uno se vuelve poco,
un cuarto,
cuatro paredes,
un número desechable,
el lento pasar de los días.
Sujeta a cambios
En el vaivén
del tiempo perdido,
cambian los planes,
las vidas,
las cuentas de banco,
los amores esperanzados.
Lejos de lo planeado,
contra todo pronóstico,
encuentras todos los números de la rifa
en aquel diminuto ser
que ha perdido la apuesta.
No ha sido posible,
todos lamentan mucho que sí, pero no,
quizás otro día,
quién quita
siga intentando,
para la próxima.
A ti
y al pato Lucas
A ti
y la ley de Murphy
A ti
que como notificaste ante el Seniat,
estás
sujeta a cambios.
Dos veces muerto,
Tres veces bala.
Allí va Apolo sin dientes,
su puntería ha dado con el error
y tras el oro,
la vergüenza ante todos.
Has conocido esta sabana
por última vez
y los ojos,
próximos a la carroña,
van cerrando aquella luz que no dio tregua.
Lejos del horizonte ya eres otro.
Frágil ha quedado el carbón de tu pelo,
respiras tenue el instante sin gracia
ahora que sólo la memoria te encuentra.
Recuerda Cecil,
“una gran sonrisa lo es todo”
***
Isaura Duarte / Giordana García Sojo / Mariajosé Escobar / Oswaldo Flores / Yuri Patiño
Esmeralda Torres / Cristina Gutiérrez Leal / Antonio Robles / Daniel Arella / Benito Mieses
María Alejandra Rendón / Indira Carpio Olivo / Pedro Varguillas / Leonardo Gustavo Ruiz / Cristina Gálvez Martos
César Seco / Yhonaís Lemus / Alejandro Silva / José Javier Sánchez / Raday Ojeda
Venus Ledezma Azuaje / Zorián Ramírez Espinoza / Vielsi Arias / Héctor Padrón / Anahís Monges