Raday Ojeda (San Fernando de Apure, 1984) es Abogado, titulado por la Universidad Bicentenaria de Aragua (Venezuela, 2007) y la Universidad de Buenos Aires (Argentina, 2022). Especialista en Ciencias Penales y Criminológicas por la Universidad Nacional Experimental “Rómulo Gallegos” (2019). Es autor de los títulos: Plaquette (2009a), Tinaja de oscuro paisaje (2009b) y La violenta maquinaria del olvido (2022), merecedor del 12º Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca (Venezuela, 2021). Textos suyos han aparecido en diversas antologías, compilaciones, hojas de poesía y revistas digitales de Latinoamérica y el Caribe. Escribe desde el 2020 el blog: https://losartefactosliquidos.wordpress.com/
***
[Soundtrack]
El terco corazón de un jabalí
Lado A
Poemas de Tinaja de oscuro paisaje (2009)
Parado en línea horizontal
cavé la tumba del sol
mis manos dragaron ansiosas
la suciedad
con que aparecían los amaneceres
[las uñas se consumieron
ofrendándose al barro
y a la podredumbre]
Creí
retornar al sitio pecaminoso
donde fornicaron mis ojos
con tres bestias en celo
rumiantes
al son de la luna.
¡Odié la vida!
Soy animal de carga
sin pasto, sombra o agua,
semoviente
de una mujer blanca.
El epitafio del sol
resume mi fiel existencia. La planicie
quema una de mis costillas
esta tierra es negra, oscura.
El sol hiere las manías del ojo
y escupe fuego desde las quintaesencias.
Las cenizas que se levantan huelen a memoria,
mientras zamuros con turbantes encendidos:
vuelan sobre mí
creyéndome un cadáver.
A lo lejos, divisé una tierra:
color de tu piel.
Corrí hacia ella/
creyéndola tus brazos.
Pero la noche se impuso
vistiendo el luto de una luna muerta.
Secuestrado por esa nocturnidad
enciendo fósforos
uno
a
uno
alumbran el camino llano,
regreso a casa.
Un cocuy
alumbra la noche solitaria.
[...Es invierno]
Su luz, hace ver
la miseria detrás de la oscuridad.
¿Cuánto frío habita
entre tu ausencia y mi nostalgia?
Conservo tu olor
en un puñado de frutas
donde la flor
de bora nace
y se retuerce entre las aguas.
La lluvia incesante
/borra tus huellas
torna sin brillo tu regreso
el cocuy entonces
ilumina esta casa
y confirma los atributos
que tarde la (a)sombran.
Creí beber a cántaros
la ebriedad puesta en tus ojos
y hoy, sin ti, me sé sobrio
entre rincones devastados.
Tras tu partida
odié cual iluso
el despertar de los años.
Tus fotografías
ganan lágrimas y espacio:
//vaga manera de poseerte a tientas,
fracturando el quiste de la memoria
allí siguen tus ojos
y más allá tu ausencia entre palabras.
Lado B
Poemas de La violenta maquinaria del olvido (2022)
Declaración de guerra
¿Mujer, de qué te quejas?
Esta guerra
la provoca tu ausencia.
Lo demás es un macilento estornudo
que la memoria rasguña y
guinda sus tajos para ahuyentar
sequías o el ahogo de las bestias.
Claro que lo sé:
la muerte de tu amor malevo
hoy es extemporánea
y de nada vale, que me repita:
—Nunca más... Nunca más...
Rodeado de cigarrillos y cáscaras,
veo fijamente el techo y estoy solo, cautivo,
con una mano metida en el ruido de la luna
y la otra, en tu fugada ribazón.
Porque esta habitación
a medio cerrar
evidencia lo que eres:
un vicio
disfrazado de mujer.
Pero hubo un tiempo
donde tú eras la pulsión exacta de la vigilia
su holocausto
/ y temblor.
Ahora, ¡mírame!
llevo este cuchillo amarrado a mi cintura
por si una mañana despierto
y tú estás a mi lado.
El viajero cautivo
Quiero verte destronada. Hecha toda guarida
tras el grueso estornudo de mis empuñaduras.
Ven, punza con tus hilachados
nervios, el no sitio
donde los lunares son estrellas
y rompecabezas
desbaratados por un golpe de azar.
Te quiero arrodillada,
contra la pared y con ojos aguados
como los insectos
echados encima del mareado polen.
Ahora, quién se arrojará sobre este pozo
gigantesco que es también caparazón
recubierto de hule y con olor a la creciente de los ríos.
¿Quién de nosotros?
— Serás tú, que siempre bebes de cuencos partidos,
mientras la luna multiplica el ardor de sus menguas.
— Tendré que huir entonces
antes de que el sonido de tus axilas
y la mancha bajo mi lengua, estallen:
¡Y yo todavía esté tan lejos de casa!
Anticipación del adiós
Me hice polvo y hollín,
óxido = cielo arrasado / hojita de mango caída
una resolana que te esquiva
para no despertar asustado.
Tú en cambio eres isla borrada de los mapas,
mordiscos detrás de toditas aquellas cortinas,
escondite de cal y savias para la inflamación,
unas lágrimas dejadas a media pared
donde me prendo fuego, y descalzo:
a las arrugas de tus besos doy alivio.
—Ay amor: lo rojizo en nuestras espaldas
evidencia muchos días bajo un mismo sol.
—El olvido es esta errancia, que (re)inicia
cuando el canto de los gallos se oscurece.
[Amanece. Un puñado de pájaros,
picotean el encandilado borde de tus axilas].
— Morir en el sueño
hubiese evitado esta mudanza sin sol.
— Recuérdalo: Furiosa entre las encías
te llevabas pedazos de mi inflamación.
Acto de desagravio
Olvídame así de repente:
¡Dejándome atribulado en el despiste de mil ciempiés!
Quémate, en cambio, las retinas.
Pregúntale a tus santos: ¿Por qué el estiércol humea en sus altares de plastilina y cal? Luego, respírate las axilas –allí mi sumisión, recuérdalo–, la indigencia constante de la lengua, atravesando tus más apretados anillos. Pequeña sombra que ahora de mí huyes, aquí o allá, siempre serás la misma nostalgia: La ciudad que derrumbas; la casa que ajaste; el cuerpo que aún en otras orillas supuras; todo, turbio anhelo amanecerá.
De esa memoria común de los cuerpos
suena la hermosa porfía de las aldabas;
eso soy: un hule
salpicado por salivas
y llanto, vil estallido.
Un ahogo que me deja mirando muy asustadizo
la quietud con que suelen irse nuestros muertos.
Debes venir y curar esta inflamación
con que camino.
Tómalo como una finísima
A D V E R T E N C I A.
Bitácora de postguerra
Volveré a casa oscureciéndome
desvestido de todas las vigilias / hecho garúa
y puesto encima tan sólo tu lento tapiz de oro.
Exacto tu peso será mi única gravedad.
¡Vaciarme quiero la tristura!
En ti, cierta filiación, mi vástago principia.
Que tu boca sea cuenco / vertientes, colmillo o cicatriz;
esa anarquista sed que arrincona tanta luz al mediodía.
Confíate sobre mi músculo:
Desprovisto artilugio sin huesos ni dientes,
parto y cesantía de misteriosas migraciones.
Vendré con la piel de los oráculos
a develarte: ¿Adónde el hervor de mis carnes?
Dame raíces, y bajo tus arcos la dilatada vocal.
CODA FINAL
(Texto inédito)
Petitorio I
a Gabriela Franchi
Catrina
tú que te sabes inevitable
la
dulce y
profana inevitable.
¡Toma mis manos y guíame!
[No como Beatriz a Virgilio,
sino como un violento sol de mediodía
cuando cae vertical
sobre insectos y blandísimas pasturas]
Ven y llévame, catrina.
Despabila mis ojos y hazme en alevosa vigilia
A N O C H E C E R
:::::::::::::::::::::::::::::::::
Porque vendrá la vida ensanchado sus dominios con partituras de guerra y tendrá tu soplo, tu nocturna cofradía de sal o ese ciego ademán tuyo con que te sueñas: ungida de augurios/ de vocales guturales & redondas del habla de nuestros difuntos. Sumérgeme, catrina, no me dejes escapar. Mírame, atravesando tus océanos voy, amarrado a un mástil para no capitular el último navío. Ay, catrina: sé tú la terrible, la que me espera en cada orilla del mundo y me castiga siempre cuando de nuevamente tengo que zarpar. Quema mis cabos de vela. No permitas en mis carnes otra cicatriz.
Y borra las rutas de ida/
de los migrantes.
Confisca mis armas
y bienes.
Cierra todas las formas de escape:
al cielo/ mares y a la tierra yerma, échales candela.
Muéstrame
cómo es que se regresa al fin de la guerra.
Hazme en tu altar
y playas: descansar-dormir.
Ser una criatura mitológica
contigo tras la tibia cópula.
Ven catrina, y enséñame los verdaderos sones de tus mantras:
...llovizna... / ...llovizna... / ...llovizna...
¡Dame ambrosia, preciosos pastos y garúas!
Todo el oro de tus axilas, dámelo. Las bóvedas de mi lengua bruscamente he vaciado para ti. Hazlo catrina, hazlo. Tuerce mi rama a tus musgos. Y sé tú la vaina de este puñal que ahora llevo amarrado a mi cintura: Por si un día quisieran hurtar nuestro oro o la llovizna o el vigoroso quantum de esta mitología personal, donde como Sísifo recomenzamos… recomenzamos… recomenzamos… y se nos llenan las manos de cayenas, y los torsos de lirios y anoncillos se nos llenan, ¿y las cabezas? Ah también se nos llenan de ratas y pájaros, muchos pájaros y ratas con sus nidos nos aplastan; esos nidos nos aplastan.
Ven catrina, guarda mis filos, llévame.
Y sé tú la dulce/ la siempre inevitable.
Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une