Ana María Hurtado (Caracas) es poeta, escritora, ensayista, médico psiquiatra y psicoterapeuta egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Docente y conferencista. Ha colaborado en diversas páginas, blogs y revistas literarias, de arte y de psicoanálisis donde han sido publicados sus textos y poemas. Recibió el premio de narrativa Julio Garmendia (Dirección de cultura de la UCV, 1984). Algunos de sus poemas han sido publicados en antologías nacionales e internacionales, entre ellas: Diario poético de los tiempos adversos, Pasajeras. Antología del cautiverio, El vuelo y la claridad, Hacedoras, Mujeres del mundo uníos, El dulce ron que las embraga, En la desnudez de la luz, Poemas en bicicleta y Antología para Resistir. Actualmente, es colaboradora habitual de la Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (RANLE) y articulista del sitio comunicacional Pasión País, en el área de gestión emocional en tiempos difíciles. Mantiene un programa de entrevistas a poetas, a través de la plataforma Cultura Mundis. Es miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela. Ha participado como invitada del Salón de la Poesía de la FIL de Guadalajara, 2024. Ha publicado los poemarios La fiesta de los náufragos (Editorial Diosa Blanca, Caracas, 2015); El beso del arcángel, en coautoría con el poeta colombiano Leonardo Torres (Oscar Todtmann Editores, Caracas, 2018); El árbol que en ella muere (Editorial Diosa Blanca, Caracas, 2023); La única inocencia (Editorial Diosa Blanca, Caracas, 2023) y El Reino (Editorial Salto Mortal, Guadalajara, 2024).
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Del poemario La fiesta de los náufragos.
Turbulencias
he desandado el territorio submarino
donde los corales extienden su lujuria entre las sombras
mis pies conocen el resplandor rojizo del poniente
caen las nubes
se hunden como barcos heridos
navego hasta la última frontera de la espuma
no sé leer cartas marinas
he perdido el horizonte
Orillas
gritan las gaviotas
mientras empuñan sus picos
contra la pulpa lasciva del mar
su frenesí arrastró mis oídos
a turbulencias olvidadas
arribaron barcos a mi cuerpo
disperso
en la molicie de la arena
Del poemario El beso del arcángel.
*De La dulce brevedad de los gemidos
Tu voz apenas se desliza
Se detiene en la senda de musgo
Lluevo para mis adentros
***
Reposan mis senos sobre ti
Se lanzaron a comer de tu boca
Suspiran las cigarras
***
¿Qué instante rojo
echa raíces en el temblor de la crisálida?
***
Una lengua de fuego hurga con su punta lasciva
La hendija deslumbrada
De El árbol que en ella muere.
Del canto que muerde la raíz
II
la verdad es una piedra negra
acerco mis labios a su matriz sin nombre
saboreo las raíces de una escritura fósil
desciendo entre fango y savia
puedo escuchar un canto ciego
la presiento
ansío morderla
sacarle con mis dientes el zumo
ella tiembla
y derrite su fulgor
como lava en mi lengua
IV
la voz es un árbol derramado
abre la garganta con el crujido de sus hojas
canta como una antigua mujer
una voz es un tallo erguido
una rama extendida entre cielo y abismo
una hoja que grita
gimiendo en pasadizos subterráneos
crece la voz latiendo
una sílaba se extiende y resbala
crece con savia entre las venas
árbol voz de gemidos inaudibles
que hurgan
para descubrir manantiales
para llegar al centro donde nace la luz
voz no es palabra, es árbol sonoro
Arbórea
He visto un cielo de otro mundo. cualquier mañana es un umbral donde la realidad nos amenaza. la ciudad, aún amodorrada, se reclina sobre su rígida hiedra de edificios, poco a poco, el bosque de caobos y bucares va emergiendo hasta que la atraviesa, hasta hacer de ella un tupido tejido de verdes, que muestra su amplio vientre de meretriz preñada de acacias y apamates. el cielo de otro mundo despliega su lengua sobre mí, soy lamida y besada. me ofrezco y recibo ese beso hasta el ahogo, pierdo la constricción, mi sombra se ha blanqueado. impregnada de luz se hace posible la ruptura y soy parida hacia adentro, allí donde el pulmón es un arco pulsátil, allí donde fluye la sangre bajo la cornisa de hojas, allí donde mis pupilas se revientan ante el avance líquido del día. siento la transparencia de mis miembros, las gémulas resplandecen desnudas, mastico el grumo de la tierra, el horizonte ahora se espesa, mi boca tiene una costura de limo y musgo. el poro se rasga, un canal de savia me aprisiona. el cielo me ha encontrado.
Del poemario La única inocencia.
día certero que lo habitas
invítame
abismo
a su pecho silente
***
quedará piedra sobre piedra
y el musgo hará su hogar sobre la piedra
y el verde despertará al musgo de su sueño
y tus ojos
amado
me revelarán los confines de la tierra
madre nuestra
en ti descansaremos
desnudos
en la única inocencia
Del poemario El Reino.
Anunciación
ahora que soy la interpelada
podría suceder que el Espíritu viniese a mí
en forma alada
para anunciarme la infinitud del verbo
a declararme el terror en las entrañas
la pesadez del universo
necesitada estoy de esquinas y elementos
mientras me inclino ante el Señor
su esclava
del parto del dolor
a la boca muda dela soledad
al signo urdido en la calle de atrás del corazón
No moriréis
sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
Génesis 3:14
viví exiliada en la magnitud minúscula del Reino
alimentada de raíces
de pequeñas cápsulas silvestres
comencé a reptar en el desierto
dormí bajo el crepúsculo de los olivos
fui despertando poco a poco
con miedo a tanta luz
a tanto despertar
el ascenso del sol
y sus circunvoluciones
los caminos litúrgicos de la luz
me ayudaron a saber quién soy
cuál es mi grano de sal para este Reino
Los cuarenta días
los masáis son pueblo de pastores -pero no tienen tierras-
sus trajes encendidos se desgarran bajo el sol
piden clemencia
lloran ante los vanos poderes –lloran-
en su peregrinar me acompañaron un día en el desierto
me ofrecieron un pan amargo
hablaron de Ngai y pidieron la lluvia
los confundí con ángeles
el Reino es una palabra que sale de la boca de Dios
-Padre, quiero comer tu palabra como pan
pero tú me envías al tentador
El pozo de Sicar
Dame de beber
Juan 4:7
ignoraba cuánta sed llevaba en mi cántaro
lo hundí en el pozo
pensé en Jacob y su lucha
la esmerada construcción de una escalera
la piedra del sueño
la heredad
y de repente, tus ojos
revelaste mi sed
-sin compasión-
el pozo inútil de mi pecho
estaba sedienta y me diste de beber
quedé desamparada
ante la intemperie de la Belleza
no hallé el camino de regreso
La Transfiguración
y resplandeció su rostro como el sol,
y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
Mateo 17
en medio de la devastación del mundo queda en pie el Torii
su forma de umbral me recuerda la Tau
la última de las veintidós letras
la culminación
recordé la noche en el Tabor
cuando fueron abiertos nuestros ojos
nos hicimos tan pequeños para no ser aniquilados
accedimos al Reino, sin saberlo
Él se mostraba tal cual era
luz en su impensable intensidad
algo de su esplendor quedó en el borde del Torii
lo demás descendió hacia el abismo
aquella mañana en Hiroshima
Del poemario El raro amor (inédito)
Camille
Duele la piel
hasta los huesos
despierta
en medio de la noche
el amor cae sobre mí
y me derrumba
Psique
mi piel cede a la reverencia
de tu mano
te deshaces en mí
detenido el instante
el pecho abierto
hasta la faz de los dioses perdidos
la calle entra a través de la ventana
ilumina tu rostro
y caminas
desnudo entre relámpagos
Medea
El corazón es el lugar de los opuestos: la sístole y la diástole, dos sangres contrapuestas, el sitio de la duda y la certeza.
Si no tuviera un lado oscuro, no fuera corazón; si no saliera del cuerpo hasta convertirse en grito, si sus raíces no alcanzaran el cielo, sería otra víscera con menos desamparo y mayor arrogancia.
Hay que abrirse hasta el revés y ofrendarlo.
Un corazón que no se da por alimento es un desperdicio.
Del poemario Poemas confinados (inédito)
Intersticio
Hay que cerrar la puerta
sellarse los ojos
y mirar hacia dentro
Escuchar el latido
el fluir de la sangre
desde la víscera
hasta el rugoso umbral del alma
Dejar afuera la demasía del juicio
buscar un intersticio donde haya primavera
Breviario insuficiente para cuarentenas
Ejercitarse en mirar los reversos
Aventurarse en las zonas oscuras de la casa
en rincones poco transitados
Jugar a las escondidas con la sombra
Sentir la respiración de las paredes
Desenterrar retratos
Invocar Lares y penates
Oler las flores secas en libros olvidados
Separar granos de gorgojos
Agudizar el olfato y disfrutar el aroma
que esparce la mañana
Escarbar en la tierra buscando raíces sanas
sacar la mala hierba
no dar tregua a las alimañas
Diferenciar palabras muertas de las vivas
distinguir las voces de los ecos
Descifrar el lenguaje de los pájaros
la escritura de su vuelo
Aprender a navegar sin cartas marinas
ni astrolabios
Dar pasos en la oscuridad
cultivar la convivencia con fantasmas
escuchar los sonidos oblicuos de la noche
Rastrear los tránsitos de luz
Instruirse en el dibujo de las constelaciones
Mantener abiertas las ventanas
para que entren nubes
Mirar de reojo en los espejos
aún creerse vivos
Y por favor,
Sed rigurosos en no contar los días
Cada día tiene su propio afán.
***
Isaura Duarte / Giordana García Sojo / Mariajosé Escobar / Oswaldo Flores / Yuri Patiño
Esmeralda Torres / Cristina Gutiérrez Leal / Antonio Robles / Daniel Arella / Benito Mieses
María Alejandra Rendón / Indira Carpio Olivo / Pedro Varguillas / Leonardo Gustavo Ruiz / Cristina Gálvez Martos
César Seco / Yhonaís Lemus / Alejandro Silva / José Javier Sánchez / Raday Ojeda
Venus Ledezma Azuaje / Zorián Ramírez Espinoza / Vielsi Arias / Héctor Padrón / Anahís Monges